Fragments of History Banos.
By: Alicia Herrera Cañar
15 years ago, a sunny afternoon I had a meeting with Mr. Luis Román Miranda Cortez and his wife, who frequented the central park bench on your vacation Palomino Flores Coast when they came to their homeland. There he recalled a fact occurred on June 7, 1941: the fall higuerón tree, which stood graceful town square in half, but still generations who ducked with his shadow, remember him fondly. These were his words that afternoon:
Bathrooms history, El Higuerón.
– Central Park Bathrooms
“He fell the only witness to what would be a jungle. It was beautiful, thick trunk inclined to the north, numerous and sturdy branches, producing a green and oval fruit that fell and covered the floor, gave us a round and cool shade to people who used to go to rest at his feet.
In the days celebrating religious holidays, the priostes made of colored paper lanterns that prendían at night giving an appearance of Christmas tree, the story of bathrooms.
Under the tree the musicians that made the town band and delighted us with selected musical pieces, especially in days of bullfight contagiaban joy we stood.
The muchachada on moonlit nights we gave us an appointment for our games, youth groups either the people or tourists with one or more guitars reveled in their voices.
Every December 31, the testament of the old year so facetious that every citizen who played his part was starting prolonged laughter read all this in the presence of rag doll hanging from a branch of higuerón and at 12 pm was burned the unanimous cry Happy New Year !.
But the old tree also came his turn, in full view of many people who attended collect water from the panoramic bronze fountain was next to him, slumped producing a loud noise, that friend of all, that silent witness the transformation of citizens, that tree giving shade at embellishing the square in a unique landscape background taking the Parish Church and Dominican Convent.
The fallen tree, all who could made firewood and took them home to feed the fire of their kitchens.
But it did not disappear completely, the memories remain. “
I heard their stories quietly as he thought about the ephemeral nature of life.
Fragmentos de la Historia de Baños
Por: Alicia Herrera Cañar
Hace 15 años, una tarde soleada tuve un encuentro con el señor Luis Román Miranda Cortés y su señora esposa, quienes frecuentaban la banca central del parque Palomino Flores en sus vacaciones de la Costa cuando venían a su tierra natal. Allí rememoró un hecho acaecido el 7 de junio de 1941: la caída del árbol del higuerón, que se erguía airoso en media plaza del pueblo, pero que aún las generaciones que se cobijaron con su sombra, lo recuerdan con cariño. Estas fueron sus palabras aquella tarde:
Historia de Baños, El Higuerón.
“Cayó el único testigo de lo que sería una selva. Era hermoso, el tronco grueso inclinado hacia el norte, sus ramas numerosas y robustas, producían unas frutas verdes y ovaladas que caían y cubrían el suelo, nos daba una redonda y fresca sombra a las personas que solíamos ir a descansar a sus pies.
En los días que celebraban fiestas religiosas, los priostes hacían farolitos de papeles de colores que lo prendían en la noche dando una apariencia de arbolito de navidad, según la historia de baños.
Bajo el árbol se situaban los músicos que conformaban la banda del pueblo y que nos deleitaban con selectas piezas musicales, sobre todo en días de corrida de toros nos contagiaban de alegría.
La muchachada en las noches de luna nos dábamos cita para nuestros juegos, los grupos de jóvenes ya sea del pueblo o turistas con una o más guitarras deleitaban con sus voces.
Cada 31 de diciembre se leía el testamento del año viejo tan jocoso que a cada ciudadano que le tocaba su parte hacía arrancar prolongadas carcajadas, todo esto en presencia del monigote que colgaba de una rama del higuerón y que a las 12 de la noche era quemado al grito unánime de ¡Feliz Año Nuevo!.
Pero al añoso árbol también le llegó su turno, a vista y paciencia de muchos pobladores que concurrían a recoger agua de la panorámica pileta de bronce que estaba junto a él, se desplomó produciendo un gran ruido, aquel amigo de todos, aquel mudo testigo de la transformación de los ciudadanos, aquel árbol que dándonos protectora sombra embellecía la plaza en un singular paisaje teniendo de fondo la Iglesia Parroquial y el Convento Dominicano.
Del árbol caído, todos los que pudieron hicieron leña y a sus casas se llevaron para alimentar el fogón de sus cocinas.
Pero no desapareció del todo, quedan los recuerdos.”
Escuché calladamente sus relatos mientras pensaba en lo efímero de la vida.
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